La tarde estaba en brumas y los dos
allí parados, en esa esquina.
Hablando del fracaso de ese amor
que nos dejaba, con mil heridas.
Después en el final nos dimos, como adiós,
tan sólo un apretón de nuestras manos.
Tu amor se me quedaba entre la sangre
y tuve que hacer fuerzas para no llorar.
Yo sé que no podía darte más
que una promesa, una esperanza.
Luchaba con la vida sin lograr
aquellas cosas que ambicionabas.
La voz de la razón, ahogó tu corazón
y nada te importaron mis palabras.
Por eso, cuando vi que te alejabas
mis labios apretaba, para no llorar.
Después de aquel adiós, ¡Cuánto pasó!
¡Fue tanto tiempo! ¡Son tantos años!
La vida poco a poco te cambió
porque te dio mil desengaños.
Volvés para saber si yo te quiero igual
acaso no sabés que desde entonces,
tu amor se me ha quedado entre la sangre
y tengo que hacer fuerzas para no llorar.
Por eso, cuando vi que te alejabas
mis labios apretaba, para no llorar.